domingo, 19 de diciembre de 2010

I could kiss his lips all day if he lets me.

Las seis.
-Podéis salir.
Al fin empieza mi Viernes. Esperado fin de semana. Me levanto de la mesa, recojo los restos de goma, meto los libros en la mochila, me despido, tropiezo con el árbol de Navidad, tiro varias bolas, las pongo en su sitio, y salgo a la calle.
Hace demasiado frío como para darme cuenta de que nadie me espera en casa, así que, comienzo a andar rápido. Me cubro la cara hasta la nariz con la bufanda y meto las manos en los bolsillos del abrigo. Apenas las siento, están heladas.

Un villancico suena a lo lejos. Las luces de colores de la calle no parecen conseguir sugerirme que la Navidad está cerca. Olor a castañas recién hechas.
Hay demasiada gente en la calle y el cielo está cubierto de nubes. Al llegar a su calle, no puedo evitar pararme a mirar su ventana. Está abierta, y la luz de su habitación, acaba de apagarse. Probablemente se prepare para salir con sus amigos.
Recuerdo su olor impregnado en mi ropa después de pasar tiempo con él. Su manera de abrazarme cuando tenía frío. Y la nostalgia, me amargaba cada segundo del maldito invierno que iba a pasar sin él.

Quizás por eso, ese olor a castañas no me había hecho sonreír. Y quizás por eso, el villancico tampoco me sonaba a nada.
De repente, algo cae sobre mi cabeza. Está nevando. Nevando cada vez más. Pero no es una nieve espesa. Es casi agua. La gente corre de un lado a otro. Y yo, sin paraguas, camino despacio a resguardarme en su portal.

Tengo el pelo mojado y encrespado, pegado a la cara. Empiezo a tiritar. La ropa está helada. Nieva y estoy congelada, pero no puedo llamar a su casa para que baje a ayudarme. Demasiados recuerdos. Una lágrima cae por mi mejilla. Escucho su voz. Me giro sonriendo esperando encontrarle y, así es. Está ahí, delante de mí, sonriéndome él también. Pero algo ocurre, de repente, abro los ojos. No hay nadie, está dejando de nevar, así que… será mejor que vuelva a casa.

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