jueves, 30 de diciembre de 2010

A change in me, a change in you.


Sí ya, amor. Como eso que siento yo por ti. Como mariposas en un estómago vacío. Eso que nos hace arreglarnos por dentro y por fuera cada vez que salimos a la calle. Como sonreír al despertar en una mañana soleada. 
Te recuerdo. Que ¿por qué?, por lo que me diste, por lo que me hiciste sentir. 
Sí, ya lo sé, tu ya me has olvidado, sí que lo sé, pero lo siento, supongo que cuando te fuiste, a mi se me olvidó olvidarte.


Imagínate.
Un día despiertas, sales a la calle, y ocurre. Un solo instante puede cambiarte la vida. Y sin saber por qué, desde entonces, vas a necesitar volver a pasar cada día por ese lugar. Hay una persona en la acera de enfrente que te está mirando. Le sonríes. Te sonríe. No te mueves del sitio hasta que esa persona se marcha. Sigues sin saber por qué te pasa todo eso, pero, ¿sabes qué?, te has enamorado.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Daydream.

No, no tengas miedo. Somos fuertes, podemos desafiar a la distancia. Solo debemos ser valientes. Y ¿por qué no arriesgarnos? Quién sabe lo que nos espera. Arriesguémonos. Andemos juntos un mismo camino aun desde diferentes partes del mundo. Tú por tu parte y yo por la mía. Al fin y al cabo, mil kilómetros no son nada si permanecemos juntos. 

Me quieres. Lo noto en la forma en la que te late el corazón. Bésame. Hagamos de esta historia un sueño y que no merezca la pena dormir para soñar porque la realidad supere a la imaginación. Ámame desde tu parte del mundo. Yo te amaré desde la mía. Contemos los segundos de cada minuto, de cada hora, de cada día, de cada mes que nos quede para vernos.

Y al final, llévame lejos. Huyamos a nuestra parte favorita en el mundo, porque cualquier parte será mi favorita mientras esté contigo.

Sí, lo sé, claro que lo sé:
Merecerá la pena arriesgar.

I could kiss his lips all day if he lets me.

Las seis.
-Podéis salir.
Al fin empieza mi Viernes. Esperado fin de semana. Me levanto de la mesa, recojo los restos de goma, meto los libros en la mochila, me despido, tropiezo con el árbol de Navidad, tiro varias bolas, las pongo en su sitio, y salgo a la calle.
Hace demasiado frío como para darme cuenta de que nadie me espera en casa, así que, comienzo a andar rápido. Me cubro la cara hasta la nariz con la bufanda y meto las manos en los bolsillos del abrigo. Apenas las siento, están heladas.

Un villancico suena a lo lejos. Las luces de colores de la calle no parecen conseguir sugerirme que la Navidad está cerca. Olor a castañas recién hechas.
Hay demasiada gente en la calle y el cielo está cubierto de nubes. Al llegar a su calle, no puedo evitar pararme a mirar su ventana. Está abierta, y la luz de su habitación, acaba de apagarse. Probablemente se prepare para salir con sus amigos.
Recuerdo su olor impregnado en mi ropa después de pasar tiempo con él. Su manera de abrazarme cuando tenía frío. Y la nostalgia, me amargaba cada segundo del maldito invierno que iba a pasar sin él.

Quizás por eso, ese olor a castañas no me había hecho sonreír. Y quizás por eso, el villancico tampoco me sonaba a nada.
De repente, algo cae sobre mi cabeza. Está nevando. Nevando cada vez más. Pero no es una nieve espesa. Es casi agua. La gente corre de un lado a otro. Y yo, sin paraguas, camino despacio a resguardarme en su portal.

Tengo el pelo mojado y encrespado, pegado a la cara. Empiezo a tiritar. La ropa está helada. Nieva y estoy congelada, pero no puedo llamar a su casa para que baje a ayudarme. Demasiados recuerdos. Una lágrima cae por mi mejilla. Escucho su voz. Me giro sonriendo esperando encontrarle y, así es. Está ahí, delante de mí, sonriéndome él también. Pero algo ocurre, de repente, abro los ojos. No hay nadie, está dejando de nevar, así que… será mejor que vuelva a casa.